Cuando se revisa el “Ier Plan Socialista de la Nación 2007 – 2013”
uno de los principales enunciados es el de obtener la soberanía en
cuanto a producción se refiere. Hoy, casi 6 años después de la
reelección de Hugo Chávez como presidente de la República nada más
alejado de la verdad.
El deterioro del aparato productivo nacional, por diversas razones:
estatizaciones, expropiaciones, controles de precio, CADIVI, poca
seguridad jurídica y personal, dificultad para realizar inversiones
directas, burocracia, corrupción, aunado a los compromisos políticos de
este gobierno, ha provocado que nos convirtamos en un país importador
de productos que anteriormente producíamos con gran eficacia. Como
indica el Banco Central de Venezuela entre 1997 y 2009 las
importaciones por parte del Estado representaban un promedio de 16,3%
(bastante alto por demás) y en 2011 ya estaban por un 35%. Para este
año, en su primer trimestre ya van por 64% lo que significa que
cerrarán con un promedio superior al del año pasado, es decir el Estado
es el gran importador – empresario. Pero lo más grave no eso, es lo que
se importa: la mayor parte de los alimentos de la cesta básica, lo que
nos
hace cada día más dependientes del exterior, evidenciando el fracaso de la llamada “soberanía alimentaria” ya que principalmente los productos que consumimos como harina, carne, leche, azúcar, bovino, arroz, maíz y café provienen de Nicaragua, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador entre otros. Claro está que muchas de estas importaciones se realizan con la finalidad de colocar esos productos en los mercados del gobierno a precios más bajos con fines populistas.
hace cada día más dependientes del exterior, evidenciando el fracaso de la llamada “soberanía alimentaria” ya que principalmente los productos que consumimos como harina, carne, leche, azúcar, bovino, arroz, maíz y café provienen de Nicaragua, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador entre otros. Claro está que muchas de estas importaciones se realizan con la finalidad de colocar esos productos en los mercados del gobierno a precios más bajos con fines populistas.
Adicionalmente hay otros renglones que hacen que aumenten las
importaciones del Estado: la compra de armas a Rusia por cerca de U$ 5
mil millones en los últimos 7 años y la importación de productos
químicos para la industria petrolera. Ni hablar de productos de consumo
masivo y algunos más elaborados, como la manufactura, que prácticamente
no se producen generando una economía de puerto, que a su vez es
estratégicamente susceptible.
Agravando todo lo anterior, el retiro de la CAN nos ha dejado
desguarnecidos ante la invasión de productos de otros países y a
precios más altos, por los aranceles que deben cancelarse, lo que
termina repercutiendo en el consumidor final.
Como conclusión a todo lo anterior las políticas comerciales
adoptadas por el gobierno nos hacen cada día más dependientes y
susceptibles al exterior y si no se toman las medidas que mejoren esta
situación tardaremos más en recuperar la productividad.
Para dejar de ser un país importador debemos de darle preferencia a
nuestra industria nacional, y eso es una política coordinada que
incluye al Estado y a la empresa privada. Si bien la receta de la
“sustitución de importaciones”, modelo propuesto por la CEPAL en los
70s y 80s, podría calificarse de fracaso, no pueden dejarse de lado
algunas de las enseñanzas que nos dejó. Se habla de cambiar el modelo
de desarrollo económico que deje de depender menos del Estado, que
disminuyan sus compras y que además incentive a la empresa privada a
incrementar la producción garantizando seguridad jurídica. Por ahora,
seguimos siendo navegando sin norte en un mar de políticas comerciales
erradas.
Manuel Avendaño
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